A partir de los azúcares de los alimentos, el cuerpo genera glucosa, que es la fuente de energía que utilizan nuestras células. La glucosa, para llegar a su destino, utiliza la sangre como vía de transporte. El páncreas detecta cuánta glucosa circula y si el nivel es elevado comienza a fabricar insulina. La insulina es una hormona que permite la entrada de glucosa en la célula. Es como una llave que le abre el paso. En la diabetes mellitus 2 el páncreas fabrica insulina, pero ésta no funciona correctamente y la glucosa no puede entrar en la célula o entra con dificultad y en poca cantidad. Así el nivel de azúcar en sangre, no disminuye, sino que va aumentando. El páncreas lo detecta y sigue fabricando insulina hasta que se agota y deja de producir. Como consecuencia el páncreas deja de funcionar, el nivel de azúcar en sangre permanece elevado y las células no reciben la glucosa que necesitan.
Con frecuencia los síntomas tardan años en aparecer y es habitual detectar la enfermedad a través de analíticas periódicas de control, más que porque algún síntoma se haga patente. Los síntomas de un elevado nivel de glucosa en sangre son amplios y los más habituales
incluyen:
La diabetes tratada permite al paciente hacer una vida normal. Pero si no se trata puede generar graves problemas de salud, por eso es tan importante su tratamiento y control. Las consecuencias a largo plazo de no controlar correctamente el nivel de glucosa en sangre incluyen:
El paciente también puede sufrir crisis agudas por un mal control de la glucosa, tales como la hiperglucemia o la hipoglucemia, pudiendo ambas derivar en un coma.
No. La diabetes mellitus 2 es una enfermedad crónica, que no tiene cura, pero sí tratamiento. La finalidad del tratamiento es mantener los niveles de glucosa en sangre dentro de un rango. Para ello lo primero será enseñar al paciente a controlar diariamente su nivel de glucosa. Será importantísimo practicar hábitos de vida saludables: bajar de peso si hay sobrepeso, controlar lo que se come y hacer ejercicio. Puede que todo ello no sea suficiente para mantener el azúcar en niveles adecuados y que el médico prescriba medicamentos orales para hacerlos bajar (hipoglucemiantes orales). En caso necesario, el médico también puede recetar inyecciones de insulina, que hoy en día ya vienen preparadas en plumas para que el paciente se autoinyecte.
Esta enfermedad se desarrolla lentamente y se presenta más habitualmente en adultos a partir de los 40 años. Es frecuente que estos enfermos presenten sobrepeso en el momento del diagnóstico. Desafortunadamente, en la actualidad también se empieza a detectar en niños, con mayor frecuencia en aquellos con sobrepeso u obesidad infantil y mayores de 10 años.
Inicialmente hay que acudir al médico de cabecera o al pediatra. Éste le hará un análisis de sangre y según los resultados le derivará o no a un médico especialista en endocrinología.
Las analíticas habituales para la determinación son: